CHILOÉ
En el sur de Chile existe un archipiélago que se llama Chiloé. Sus islas, refugio de mitos y leyendas, albergan cientos de iglesias católicas de las cuales la UNESCO ha catalogado a 16 de ellas como Patrimonio de la Humanidad.
Herencia del colonialismo español, la arquitectura de estas iglesias se ha ido desarrollado a lo largo de cuatro siglos, alcanzando su madurez a mediados del siglo XIX gracias a un complejo y rico dialogo intercultural entre colonos, indígenas y criollos. Han siendo levantadas con la abundante madera de la zona y siguiendo un plano común de formas rectangulares que usualmente miran al este, al Golfo de Ancud, mucho más tranquilo que el violento Océano Pacífico, al oeste. Sus fachadas protegen a los feligreses de la constante lluvia austral y en el interior, por lo general, hay un techo cóncavo, semejante al fondo de una barca, que nos evoca la vida marítima de este archipiélago.
La vida en esta zona se ha desarrollado en torno al mar y sus iglesias, evidenciando un alto grado de cohesión y compromiso entre sus habitantes y su patrimonio. Sin embargo, gracias a un clima tempestuoso, lo agreste del terreno y la difícil comunicación que por años hubo entre sus pueblos, estas iglesias contienen variaciones simbólicas que capturan lo particular de cada sector donde se han levantado.
Este proyecto pretende hablar sobre esta gente y su patrimonio, a través de colores y formas que conforman sus tradicionales iglesias, eligiendo un punto de vista como si se tratara de cualquier chilote que, al entrar a su templo, se arrodilla y hace la señal de la cruz como una muestra de respeto a su Dios.